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Hay dos grupos principales de aves vivas: los paleognatos, que no vuelan, como el avestruz y el kiwi, que han conservado ciertos rasgos ancestrales de reptiles, y los neognatos, que comprenden todas las demás aves. Los estudios del electroencefalograma de avestruces dormidas han revelado una actividad similar a la de la fase REM en el tronco encefálico, una parte más antigua del cerebro, mientras que en las aves modernas, como en los mamíferos, esta actividad similar a la de la fase REM tiene lugar principalmente en el cerebro anterior, de desarrollo más reciente.
Varios estudios de monotremas o monotremados durmientes —mamíferos que ponen huevos, como el ornitorrinco y el equidna, el eslabón evolutivo entre nosotros y las aves— también revelan actividad similar a la del sueño REM en el tronco encefálico, lo que da a entender que este fue el crisol ancestral del sueño REM antes de que emigrara lentamente hacia el cerebro anterior.
De ser así, el cerebro de las aves podría ser el lugar donde la evolución diseñó los sueños, esa cámara secreta adyacente a nuestra conciencia despierta donde seguimos trabajando en los problemas que ocupan nuestros días. Dmitri Mendeléyev, después de darle muchas vueltas a la disposición de los pesos atómicos en su estado de vigilia, llegó a su tabla periódica en un sueño. “Todos los elementos encajaban en su sitio”, cuenta en su diario. “Al despertar, la escribí inmediatamente en un papel”. Stephon Alexander, cosmólogo que ahora está en la Universidad de Brown, soñó con una idea innovadora sobre el papel de la simetría en la inflación cósmica que le valió un premio nacional de la Sociedad Estadounidense de Física. Para Einstein, la revelación central de la relatividad tomó forma en un sueño en el que las vacas saltaban y se movían simultáneamente en un movimiento ondulatorio.
Igual que ocurre con la mente, ocurre con el cuerpo. Los estudios han demostrado que las personas que aprenden nuevas tareas motrices las “practican” mientras duermen, y luego las realizan mejor cuando están despiertas. Esta línea de investigación también ha demostrado cómo la visualización mental ayuda a los atletas a mejorar su rendimiento. Renata Adler habla de ello en su novela Lancha rápida: “Eso fue un sueño”, escribe, “pero he descubierto que muchas de las cosas más importantes son las que aprendes durmiendo. La oratoria, el tenis, la música, el esquí, los modales, el amor… Lo intentas despierta y tal vez te rindas ante el obstáculo, pero enseguida has dado el salto. Has cogido el ritmo, de una vez por todas, durmiendo por la noche”.
Puede ser que en REM, esta penumbra entre la conciencia despierta y el inconsciente, ensayemos lo posible en lo real. Puede que el beso de mi sueño no fuera una fantasía nocturna, sino, como los sueños de vuelo de la garza, la puesta en práctica de la posibilidad. Puede que hayamos evolucionado para soñarnos a nosotros mismos en la realidad, un laboratorio de la conciencia que comenzó en el cerebro de las aves.
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Credit: NYTimes.com